Mañana

Acorde, del latín ad-cordis, literalmente “unir los corazones”.

Da comienzo este último día de la Gira 2019. Para finalizarla y como broche final de esta temporada de música y emociones, tenemos la suerte de cantar en la Basílica de la centenaria Abadía de Monserrat.

Las bóvedas de este santuario son el último lugar donde quedará grabada nuestra música, nuestras voces, ese “todos a una” que caracteriza a un coro, nuestros acordes: cincuenta y siete corazones que vibran en la misma frecuencia y que laten al mismo pulso.

Por: Juan Dukuly

Tarde

¡Buenas tardes!

Parece que fue ayer cuando nos fuimos (a pesar del cansancio de 10 días de viaje y las largas horas de autobús), y sin embargo, ya estamos de vuelta a Madrid, con una mezcla de alegría y nostalgia; la primera, por volver a casa, y la segunda, por separarnos hasta septiembre (se nos acaba la excusa para estar juntos 24 horas).

Personalmente, me atrevería a decir que ha sido uno de los viajes más completos y divertidos de la historia del coro. En estos 5 años juntos no solo hemos crecido como personas, lo que hace que nuestra libertad y responsabilidad individuales hayan crecido con nosotros a la hora de tomar decisiones, también hemos evolucionado como grupo.

Me gustaría agradecer, en primer lugar, a mis compañeros coristas la capacidad de adaptación, las ganas y el esfuerzo invertido en generar un buen ambiente y facilitar la convivencia, que como todos y todas sabemos, puede llegar a ser muy complicada (sobre todo cuando se comparten hasta los espacios más íntimos). Gracias por la paciencia, por aprender a dormir, -sin quejas-, diez personas en una carpa, con camastros llenos de polvo y de ropa de personas como yo, capaces de desordenar una habitación en menos de cinco minutos.

Gracias también a aquellos buenos compañeros que se han ocupado de despertar por la mañana a los que somos más remolones, por tolerar nuestro mal humor y recordarnos, con su energía, que debemos ir a los talleres y dar lo mejor de nosotros, porque así es y debe ser el Coro de Jóvenes de Madrid. De la misma manera, agradezco a aquellos que dedican su tiempo al orden y la organización de los proyectos y de todo aquello que a veces no vemos, pero que es necesario para que este proyecto siga vivo.

Gracias a la junta, y a los que no pertenecen a ella, pero igualmente se dejan la piel en el coro; por llevarnos tan lejos y hacer que seamos quienes somos.

Gracias al festival, por cuidarnos; a los voluntarios, por su buen humor a pesar del calor (una especial mención al hombre que instaló los vaporizadores en la cola del comedor y que nos amenizó las esperas bajo el sol), y gracias a Jan Schumacher y Loïc Pierre por su enérgico trabajo.

Agradezco al coro la humildad y el compañerismo, que a veces se resiente (porque somos humanos), pero que siempre permanece.

Pero sobre todo gracias a Rennier y Juan Pablo, al primero por venir de tan lejos y poner tanta ilusión en el proyecto, y porque sin él no sería posible lo que hacemos. A Juan Pablo, por ser quien es y por enseñarnos a ser resolutivos, a «no empanarse», y a consiguir que gane el grupo, porque gracias a él aprendemos a respetarnos, a ser solidarios y comprometidos con el resto, a sentir la música y sonreir en lo bueno y en lo malo; aunque la afinación se caiga o tengamos el pelo metido en los ojos, el espectáculo debe continuar.

Ya en el bus de vuelta, me doy cuenta (aunque parezca mentira), de lo mucho que echaremos de menos madrugar, pues si es por cantar juntos todo merece la pena. Echaremos de menos también las garrafas de café infinito, las horas de siesta en comunidad, la convivencia con otros coros que nos sirven de ejemplo por su espíritu de grupo y nos acaban uniendo a nosotros (gracias Coro Voces para la Convencia por ser auténticos), el frío que cala a través del saco de dormir y el calor insoportable a las tres de la tarde en la carpa, la fiesta en la Place Montfort que nos quita el sueño y las horas de taller que nos lo devuelven (pero que realmente merecen la pena), las tardes y noches en el río, el tomate y el melón de cada día, los disgustos comunes que derivan en el esfuerzo grupal y en conciertos emocionantes, y el pasar las 24 horas de los diez días junto a los mejores amigos que puedan encontrarse.

Porque es cierto que la música une, y porque aunque acabe la Gira 2019, el viaje no termina; seguiremos juntos y nos iremos con la música a otras partes, disgustándonos y emocionándonos de la mano de Juan Pablo y Rennier, quien suele decir que la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo. Si eso es verdad, entonces me alegra compartir este mal con vosotros, y saber que el tiempo lo curará, pero eso no impedirá que sigamos juntos, que al fin y al cabo, es lo que importa.

Gracias, Coro de Jóvenes de Madrid.

Por: Irene López de Guereña

Este blog ha sido posible gracias al trabajo desde la gira de Amanda Aguirre y Nuria Rodríguez, que han servido de enlace con cada una de las personas que nos han relatado su día a día.

Gracias a todas ellas.